Con un meme viral, Trump recibió un poco de su propia medicina
En el pecho de Donald Trump late un corazón herido. Es esa parte en él que no soporta que se comparta por todo Internet una foto suya poco halagadora. Esto le ocurrió una semana atrás cuando se compartió en las redes sociales una foto en la que parece que el viento le hizo volar la cubierta o, mejor dicho, el pelo al presidente exponiendo la línea blanca entre un bronceado anaranjado y la línea de nacimiento del cabello.
Otras imágenes del mismo momento muestran un contraste de color menos marcado en la línea de nacimiento capilar del presidente, causando especulación de que la foto viral había sido editada. Confirmando la especulación, en la cuenta que publicó la foto se afirmó que era controlada por un fotógrafo de nombre William Moon, que dijo que el color de la foto había sido alterado usando la aplicación para fotografías de los teléfonos inteligentes Apple.
…obviamente retocada,” resopló Trump cuando la foto rodó por internet. “¡Cualquier cosa con tal de humillar!”
Tiene razón en que algunas personas desagradables harán cualquier cosa para humillar a los demás. Pero dado que Trump ha hecho más que nadie para traernos la espantosa atmósfera en los medios que ahora debemos soportar -con burlas, engaños e insultos continuos- es difícil evitar pensar que le han dado un poco de su propia medicina. Pero a un nivel más profundo, este incidente explica la política en la era Trump y sugiere cómo es posible usar en su contra su método de comunicación masiva.
Trump, debemos recordar, accedió al poder y a la fama dándoles a otros el mote de feo (o peor) y humillándolos con despreciables apodos. Como un empresario en busca de publicidad, y luego en su trabajo como un presentador de realidad en televisión, Trump regularmente criticó a otros por ser gordos, no atractivos o insuficientemente sexy. Las mujeres recibieron la mayoría de estos crueles comentarios, pero algunos hombres, en particular los bajos, que se convirtieron también en objeto de mofa.
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Por pueriles que hayan sido los despreciables comentarios de Trump, se emitieron en un estilo que asemeja la cháchara provocadora de un presentador de radio en algunos programas y podcasts. El método le permitió crear la ilusión de que quizás tan solo estaba bromeando, como un humorista de insultos que crea una tensión especial y excitante comportándose de un modo que en otra situación le valdría un puñetazo a la nariz. Las “bromas” fortalecieron el vínculo de Trump con su público, que con la seguridad de quien está fuera de la línea de fuego, se deleitó con el espectáculo.
Como presidente, Trump ha reemplazado el viejo adagio de James Carville “Es la economía, estúpido” por “Son los memes, estúpido”. Sea que publique un video falso que lo muestra golpeando a un hombre con el logo de CNN en lugar de una cara o bien una imagen (ridículamente) retocada para mostrarlo como el héroe de películas Rocky, Trump siempre está ocupado enviando mensajes viscerales que se pasan por alto el palabrerío y golpean directo a nuestros sensores emocionales.
Cuando Trump recientemente retuiteó una imagen falsa de la presidenta de la Cámara de Representantes Nancy Pelosi y del senador Chuck Schumer ataviados como musulmanes, se apoyó en tropos intolerantes para provocar el odio contra ellos y los musulmanes. Como lo hace un meme, una simple imagen entregó un mensaje complejo que evita el pensamiento y apela directamente a la emoción del espectador.
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